sábado, 8 de enero de 2011

Mano de Gloria




Wing Li y Chong Li eran hermanos, ambos jóvenes abnegados practicantes de karate, Wing era el mayor, su arte era el mas puro, el karate y él se encontraban en una misma vía, sus movimientos eran precisos y fluidos. Tal habilidad innata no la habia adquirido su hermano menor Chong, sin embargo, a fuerza de envidiar a su hermano practicaba sin cesar para poder igualarlo.

Un día hubo un gran torneo en la provincia, y ambos hermanos participaron Wing salió campeón invicto en todas las peleas, Chong peleo admirablemente pero, llegando a la final perdió contra su hermano.

Esto significó un gran deshonor para Chong, quien decidió partir de su casa, decidido a profundizar sus conocimientos de artes marciales y volver para retar a su hermano y así recuperar su honor.

Durante varios años erró por distintos lugares de Japón, aprendiendo karate en distintas escuelas, entrenando intensamente, día a día, a fuerza de voluntad sus músculos se iban endureciendo y su técnica mejoraba.

Entretanto, su hermano, sin embargo, tomó un camino distinto, partio hacia la montaña y se hizo discipulo de un conocido maestro Zen de la zona, el célebre Shakiro Tomifune.

Al cabo de un tiempo Chong se sintió listo para enfrentar a su hermano, había ganado ya varios torneos locales y no hubo rival que se le resistiese, comenzaba a adquirir fama de guerrero invencible.

Cuando volvio a su casa, le dijeron que su hermano estaba en el templo de la montaña, y ahí se dirigió. Cuando llego a la puerta lo llamo a gritos, injuriándolo e instándolo a que salga.

Cuando su hermano por fin salio, ambos se enfrentaron frente al templo, pero ni bien estuvieron frente a frente y Chong vio a su hermano a los ojos, comprendió que había perdido la pelea, su hermano mostraba la quietud del lago, la paz de la montaña, todo su ser irradiaba armonia y concentración.

Chong hizo una reverencia disculpándose por su comportamiento y volvio a marcharse.

Nuevamente volvió a prepararse, esta vez incursionando en el Aikido, adquiriendo equilibrio y desarrollando habilidades para utilizar la fuerza del otro, el objetivo ahora no era tanto fortalecerse a si mismo como orientar su ki (energia interior) y aprender a manejar la fuerza del otro, se especializo en la fluidez, la flexibilidad y el chi kung (enraizamiento). Fortalecido interiormente y habiendo llevado su técnica a la excelencia volvio a enfrentar s su hermano.

Esta vez, ingreso al templo con respeto, vio a su hermano meditando en una roca y se sentó a meditar a unos pasos de distancia, al cabo de un tiempo ambos hermanos sintiendo interiormente que había llegado el momento se incorporaron y procedieron a enfrentarse.

Esta vez si se desarrolló un combate, ambos contendientes luchaban con una maestría técnica inigualable, sus golpes se desarrollaban con tal fluidez y precisión que su combate poseía la belleza de una danza. Luego de una hora de intenso combate, Chong advirtio que había perdido, mientras él mostraba claros indicios de fatiga y desborde emocional, su hermano permanecia impasiblie, sin siquiera haber sudado. Por tanto interrumpio el combate, hizo una reverencia reconociendo su derrota y volvio a partir.

Chong descubrió que para poder vencerlo tenia que despojarse del odio que sentía hacia su hermano, de esta manera lo emocional no le afectaria, al combatir despojado de la ira podría ser muchísimo mas efectivo. Por tanto se entregó a la meditación para poder erradicar el odio de su corazón. Tambien comenzo a entrenar Tai Chi Chuang, el arte de la mano suave, donde se fortalece el interior y se armoniza la técnica con el espíritu.

Durante 10 años entreno incansablemente, trabajando su interior, fortaleciendo su espíritu, hasta que un día sintió el deseo de ver a su hermano. Al sentir ese deseo, se dio cuenta que el odio por fin había desaparecido, solo quedaba una resuelta determinación de cumplir con su objetivo.

Nuevamente se dirigió al templo, encontró meditando a su hermano y se puso a meditar a su lado, luego de largas horas de contemplación y meditación, ambos se levantaron al unisono y quedaron frente a frente.

Ambos hermanos se miraron intensamente, y esa mirada fue una síntesis de toda su historia de rivalidades, luego ambos sonrieron, se abrazaron, se saludaron con profundo respeto y cariño, y finalmente volvieron a sentarse a meditar juntos.

Cuando uno se despoja de uno mismo, la verdad, inevitablemente te alcanza.