miércoles, 22 de diciembre de 2010

Obsesivo Recursivo No Positivo



Su nombre era Ernesto, era extremadamente meticuloso, una de esas personas que a primera vista descubren que algo esta fuera de lugar, de esos que se aferran compulsivamente a sus rutinas, y las repiten cual ritual religioso.
Ernesto siempre ganaba en el juego de encontrar las diferencias, amante de la exactitud, de profesiòn Actuario y trabajando para una compañia de seguros, su mundo era de nùmeros, probabilidades, variables y constantes.
Todas las mañanas se levantaba a las 7:40, prendía la cafetera, siempre con la misma proporción de agua y cucharas de cafè (usando siempre la misma cuchara), luego se lavaba la cara, se cepillaba meticulosamente los dientes, se servía su café, negro con 2 cucharas de azúcar y comia 5 galletitas sin sal, mientras miraba siempre el mismo canal noticiero. 8:05 salia para alcanzar el tren de las 8:12. Con el cual llegaba 8:45 a la oficina, llegando temprano como era de su agrado. Así seguia el resto de su día, en una rutina perfecta de horarios y tareas.
Ernesto tenía en ese momento 42 años, soltero, vivía solo y llamaba a su madre, viuda, día por medio, y la visitaba todos los domingos. Siendo esta su única actividad social.
Un día un desconcertante hecho cambio su rutina.
Cuando se levantó, y despues de prender la cafetera se fue a lavar la cara, noto que la imagen en el espejo había cambiado, no podia precisar exactamente qué, pero había algo fuera de lugar.
Comenzo a mirarse detenidamente dividió el espejo mentalmente en una cuadrícula áreas iguales y comenzo a analizar cada área por separado, para ver si identificaba la diferencia, pero sin ningun resultado.
Sobresaltado miro la hora y vio que eran las 10:23, llamó al trabajo y avisó que se encontraba enfermo. Y ciertamente lo estaba...hacia mucho que no se sentía tan alterado, es mas...nunca lo estuvo.
Como era el único espejo de la casa decidió salir a buscar otros reflejos, los encontró en vidrieras y paredes vidriadas, siempre con el mismo resultado.
Lo curioso es que Ernesto estaba 100% convencido que no había cambiado su aspecto físico, sino que de alguna manera lo que cambió es la forma en que la luz reflejaba su imagen.
Lo siguiente que hizo fue comprar lámparas de distintas tonalidades e intensidades luminosas para ver que podía variar en la imágen reflejada.
El resultado era siempre el mismo, la imágen reflejada estaba mal, era un margen sutil, pero significativo.
Esa noche no durmió, se pasó toda la noche haciendo pruebas, solo comió algo de madrugada para poder tener energias (no sintió hambre sino que calculó que tendria que comer). Al otro día fue a hablar al trabajo, explicó su situación como pudo, y se pidió vacaciones. No se lo negaron, era tan excelente empleado que no podían negarselo, ademas tenía ya muchos días acumulados (no le gustaba irse de vacaciones).
Luego fue a un local de fotografias y se compró una potente camara digital reflex con un trípode.
Lo siguiente fue tomar una serie de fotos de su rostro para ver si el fenómeno se producia.
La imagen fotografiada presentaba el mismo error que el espejo.
Llego a la conclusión que el error se magnificaba con la luz, de manera que las fotos sin flash o las lamaritas de menor intensidad dejaban menor evidencia del error.
Elaboro la teoría que al aumentar la intensidad luminosa su rostro reflejaba la luz con mayor distorsión.
Por tanto tendría que acostumbrarse a vivir a oscuras y solo salir de noche, cosa que comenzo a hacer.
Dejo de visitar a su madre ya que no podía dejar que lo viese en ese estado.
Consiguió cambiar el horario del trabajo a horario nocturno y se cosiguio una campera con capucha para que la luz le refleje lo menos posible, y la menor canitdad de gente lo vea.
Con el tiempo, viendo que era inevitable que al menos alguien lo vea, y que era sospechoso ir a todos lados con la capucha, se compró una máscara cosmética, de esas que usan las personas que poseen heridas que les deforman el rostro.
Una vez lo detuvo la policia y lo llevo para averiguación de antecedentes, no supo justificar el uso de la máscara, paso una noche en la cárcel.
Por tanto no le quedó otra que deformarse realmente el rostro para justificar el uso de la máscara.
Compró un frasco de acido muriático, lo vertió en la pileta del baño, se puso guantes aislantes, humedeció un trapo y hudio en él la cara junto con un grito desesperado.
La policía no lo molestó mas. Y finalmente su deformidad se convirtio en la perfecta excusa para su comportamiento.
Pasaron unos pocos meses, viviendo contantemente con la máscara puesta, aún dentro de la casa, hasta que descubrió que no podia soportar el reflejo de sus ojos, ahí había un vestigio de ese odioso error, pareciera que toda la distorsión se concentraba en esos malditos ojos rojos y venosos.
Habria que usar mas ácido...
Hoy, en un conocido neurosiquiátrico bonaerense encontramos al que llaman "hombre faso" por su cara ennegrecida, horrenda y sus ojos quemados. Vive en un mundo de oscuridad haciendo calculos matemáticos en un anotador.
Ultimamente no está bien, dice que su voz no esta sonando igual que siempre, que hace poco la empezó a escuchar extrañamente distorsionada.